Por Antonio Velázquez Zárate
Antes de entrar al meollo del asunto, permítame decirles que tengo dos hijas, por lo tanto, sumando a mi esposa, todo lo concerniente sobre el tema de moda relacionado con los derechos del sector femenil y su lucha por mejorar sus condiciones de vida en general, es decir, ser respetadas y valoradas, es también para el columnista parte importante de nuestra atención. Cada una de ellas, como la de muchos de ustedes ha integrado su propia familia, pero no por ello quitamos el dedo del renglón de continuar en nuestra lucha de inculcarle valores morales y de apoyarlas en el derecho que tienen de exigir a la sociedad en general por la igualdad de condiciones.
En estos últimos días, la noticia más comentada ha sido todo lo relacionado con las justas protestas de las mujeres. En este México nuestro y en muchas otras naciones, ha sido difícil erradicar totalmente el llamado machismo que se manifiesta en forma de todo tipo de violencia, es decir, no solo la física sino de tipo psicológica que abarca muchos aspectos de la vida cotidiana. Desde luego, lo más lamentable es cuando se llega a los extremos de la violencia.
En uno de los tantos noticieros de la televisión, escuche a una mujer comentar esto: “debemos de luchar para que, entre otras cosas, se considere como un tipo de violencia, las miradas lascivas”. De hecho, es algo que ya está tipificado, sin embargo, ante una acusación de esta índole, es de lo más difícil de comprobar.
No vamos a darle muchas vueltas al asunto, desde nuestra perspectiva de sexo (los varones), por naturaleza admiramos la belleza femenina, volteamos lo más discretamente posible al paso de una mujer que desde nuestro gusto particular nos llama la atención, es decir, puede ser atractivas para unos, pero no para otros; pero, sin duda alguna, hay mujeres que por su belleza no pasan inadvertidas para nadie. En este asunto, todas tratan de arreglarse y lucir lo mejor posible porque personalmente les da confort, confianza y les gusta verse bien ante los demás.
Es más que natural y no me digan que los hombre no.
Por las mañanas, suelo bajar del gimnasio al patio de mi casa, solo con una intención: admirar mis flores. Que suena cursi?. Tal vez para algunos, no para mí. Observo con especial atención varias macetas en las que sembré una planta a la que muchos llaman “chisme”, pero otros “amor de un rato”. Me quedo con el segundo. Se trata de pequeñas flores cuya característica es que abren sus encantos durante el día y al atardecer simplemente desaparecen. Una obra maravillosa de la naturaleza.
Hasta hoy mi vista, aunque fijas en ellas, no ha sido capaz de ver como abren sus encantos. Es sumamente lento, tan lento que tendré que buscar la manera de como se mueven para abrir sus pétalos. Pues bien, así como admiro esas hermosas flores, así como la llamada rosa del desierto, de las pocas que florecen en este clima todo el año, mis ojos jamás dejarán de admirar a las mujeres hermosas. Eso sí, seguiré siendo discreto, muy discreto. Razones las hay, una de ellas usted ya la sabe, la otra, no vaya a ser que mi admiración se confunda con lasciva.
Y algo más: ¿Qué caso tiene que una mujer, proteste desnuda por lo que con todo derecho tiene de exigir?. ¿Qué caso tiene la violencia y el vandalismo con la exigencia de sus derechos?.
Nos vemos la próxima semana. Antoniovelazquez13@hotmail.com