Primer Bat
Por Dr. Enrique García Villarreal/Sateliteonline.mx
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Indagar sobre la historia de mi “papá viejo”, Gilberto “Gilillo” Villarreal, y sobre su participación en cada una de las 13 temporadas de la Liga de la Costa del Pacífico – un honor que él compartió junto a sólo un puñado de peloteros como Claudio Solano, Manuel Magallón, y Daniel “Coyota” Ríos – me ha envuelto en varios meses de investigación periodística, la cual ha incluído – entre muchas otras fuentes bibliográficas –, a las hemerotecas digitales de varias ciudades de la República Mexicana e incluso de los Estados Unidos.
Como le recordaba en una columna anterior, estimado lector, la Liga de la Costa del Pacífico (1945-1958) fue inaugurada al terminar la Segunda Guerra Mundial – conflicto bélico que se extendió por seis años y que comenzó con la invasión de Polonia por Hitler el 1 de septiembre de 1939 y concluyó con la rendición de Japón el 2 de septiembre de 1945 –. En mi investigación hemerográfica por la sección de deportes de los periódicos de la época, – donde se reporta a detalle del comienzo de esa fabulosa y romántica época del béisbol mexicano –, no he podido contener mi asombro al percatarme del enorme contraste existente entre esta sección y la primera plana de dichas publicaciones, que incluyen escalofriantes encabezados como: “Gran Impresión Causó la Muerte de Mr. Roosevelt”, “Alemania, Virtualmente, ha sido Cortada en Dos por los Yanquis”, “Adolfo Hitler ha Muerto”, “Eisenhower Declara que Alemania Está Derrotada”, “Una Mortandad Espantosa Causó en Hiroshima la Bomba Atómica”, “La Civilización no Podría Sobrevivir a Otra Guerra Total, Dijo Truman”.
Sin embargo, el México de los 40s del siglo anterior no podía permitirse entrar en esta guerra. Nuestra nación recién se recuperaba de las secuelas de la Revolución Mexicana y de la etapa de “todos contra todos” que quedó en manifiesto no sólo en los conflictos post-revolucionarios sino durante la etapa de reconstrucción de sus instituciones. Lamentablemente, México no pudo evitar su participación por completo. Manteniéndose al margen durante gran parte de la Segunda Guerra Mundial, México emitió el 22 de mayo de 1942 una declaración formal de guerra contra las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón), a través de un comunicado del presidente Manuel Ávila Camacho, luego de que, en ese mismo mes, submarinos alemanes hundieran barcos mexicanos en el Golfo de México y el gobierno alemán se negara a disculparse o a ofrecer algún tipo de indemnización.
Fue sólo tres años más tarde que Berlín caería en la última gran batalla en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, poniendo un punto final a las hostilidades de la Alemania Nazi. Dicha batalla comenzó el 16 de abril de 1945, cuando la Unión Soviética inició su ofensiva sobre la capital del Tercer Reich, y finalizó el 2 de mayo de 1945, fecha en que los alemanes rindieron la ciudad al Ejército Rojo luego de la muerte – por suicidio – de su líder, Adolf Hitler, el 30 de abril.
Mientras tanto, las fuerzas estadounidenses habían tomado el 20 de abril de 1945 la ciudad de Nürnberg – sede de la ‘Reichsparteitagsgelände’, o Ciudad de los Congresos Partidarios del Tercer Reich –, en una conquista simbólica – la fecha del cumpleaños número 56 de Hitler – donde liberaron a 14,000 priosioneros de guerra en el barrio de Langwasser y en donde dos días más tarde hicieran estallar la gran escultura de la esvástica colocada sobre la ‘Zeppelintribüne’, o Tribuna del Campo Zeppelin mientras izaban banderas de Estados Unidos sobre la ciudad.
Después de la conquista de Nürnberg, los americanos cambiaron el nombre del ‘Zeppelinfeld’ –, el Campo Zeppelin, mismo que comprendía un conjunto de terrenos en donde se celebraban los mítines del partido nacionalsocialista y donde el gobierno Nazi aprobó las leyes de segregación racial – al ‘Campo de los Soldados’ (Soldiers’ Field), y a partir de ese momento se utilizó la vieja sede del partido Nazi como un lugar para desfiles del ejército de Estados Unidos así como área deportiva hasta la década de 1990.
Con el asentamiento de las tropas estadounidenses en la ciudad, el ejército utilizó el béisbol – el pasatiempo por excelencia de la época en este país – para fomentar la camaradería y la competitividad y para mejorar el acondicionamiento físico de sus tropas. La popularidad del juego – anunado al hecho de que las fuerzas armadas estaban repletas de peloteros profesionales como Joe DiMaggio, Bob Feller y Jack Lohrke –, sirvió en parte para crear equipos competitivos, como los de la Fuerza Aérea, la Armada y la Infantería de Marina de los Estados Unidos.
Fue así como el estadio de la ciudad – hoy llamado ”Max-Morlock-Stadion” y sede del equipo de futbol FC Nürnberg – se convertiría en 1945 en el “Victory Stadium” (Estadio de la Victoria) y sería reutilizado por las tropas norteamericanas para celebrar partidos de béisbol. Durante el régimen Nazi, el área circundante al estadio fue rediseñada como el lugar de reunión del partido nacionalsocialista desde 1933. Durante los mítines del partido, el “Día de la Juventud de Hitler” se llevaba allí a cabo y al estadio se le conocía como el “Estadio de la Juventud de Hitler” (Stadion der Hitlerjugend). Fue en dicho recinto donde Adolf Hitler pronunció un discurso en 1935 en el que exigía a la juventud alemana ser “ágiles como galgos, duros como el cuero y tenaces como el acero Krupp” (“flink wie Windhunde, zäh wie Leder und hart wie Kruppstahl”), entre otros mensajes de adoctrinamiento y de odio hacia diversos grupos étnicos.
Muy apropiado fue el uso que le dieron los americanos a este nefasto escenario del oscuro pasado de la Alemania de la primera mitad del Siglo XX. Gracias a la magia del béisbol – entre otras cosas – los americanos lograron borrar las heridas del pasado, poniendo a los sobrevivientes de la guerra más cerca del terreno y más lejos del dolor. El “Estadio de la Victoria” en Nürnberg seguiría celebrando partidos de béisbol por muchos años y conservaría este nombre hasta 1961, año en el que se le cambiaría una vez más el nombre a “Städtisches Stadion” (Estadio de la Ciudad).
Terminamos este recorrido por la historia con las breves pero sabias palabras del lanzador dominicano de los Marlins, Edinson Vólquez, después de la pérdida de su hermano: “es hora de jugar béisbol, porque el béisbol lo cura todo”. Quizás jamás en la historia del béisbol han resonado más fuerte estas palabras. Que tenga usted un feliz día.