Columna Primer Bar
Por: Dr. Enrique García Villarreal
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Sateliteonline.mx
Los Mochis, ciudad ubicada al noroeste de México y fundada por colonos americanos, se distingue por ser uno de los centros agrícolas más importantes del fértil Estado de Sinaloa. La esplendorosa ciudad del Valle de El Fuerte, fundada alrededor de la obra hidráulica de Albert Kimsey Owen – ingeniero civil de origen estadounidense –, fue organizada bajo los principios del socialismo utópico americano. Owen llegó a esta tierra con la misión de construir el ferrocarril y quedó maravillado por la belleza de la Bahía Ohuira, misma que lo inspiró a imaginar una ciudad en donde convergerían las líneas del ferrocarril con las líneas marítimas para así formar un hub logístico de gran importancia en América del Norte. Actualmente, el sueño de Owen, aunque incompleto, continúa con vida desde el arribo del puerto de Topolobampo.
El fundador de la ciudad, Benjamin Francis Johnston, fue un próspero empresario agrícola que hizo gran fortuna con el cultivo de la caña de azúcar. Se asoció con Edward Lycan y Zacarías Ochoa, y del negocio de Zacarías – llamado “El Águila Sugar Refining Company” – surgió la “United Sugar Company”. Dicha compañía fue puesta en marcha en 1898, llegando la primera cosecha en el año de 1903 – año en que Los Mochis fuera fundada como ciudad bajo el Gobierno del General Francisco Cañedo –. La última vez que visitamos Los Mochis, quedamos gratamente impresionados por las amplias y rectas calles de la ciudad. Hasta ahora nos enteramos que la planeación urbana de la famosa ciudad de vientos impregnados con aroma de caña fue obra del mismo Johnston.
Como escribió García Márquez, “uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra”. Por ello, con la llegada de los colonos americanos, surgió la necesidad de encontrar un lugar digno para enterrar a sus difuntos. Fue así como los americanos fundaron el “Memorial Hill” – mejor conocido en Sinaloa como “El Cerro de la Memoria” –, siendo la infanta Nancy Logran – víctima de la epidemia de malaria que azotaba en la época – la primera en ser sepultada en las faldas del cerro. Hoy en día, el panteón municipal se localiza exactamente en este lugar. Es también en este cementerio donde yacen los restos del famoso beisbolista sonorense Aurelio Rodríguez (28/Dic/1947 – 23/Sep/2000) – uno de los mejores ligamayoristas mexicanos de todos los tiempos, ‘Guante de Oro’ en 1975 con los Tigres de Detroit y gran leyenda de los Cañeros de los Mochis –. A manera de homenaje a su gran trayectoria profesional, Los Mochis decidió bautizar la Ciudad Deportiva con su nombre. De este gran pelotero hablaremos en otra ocasión.
Entre los pies del ‘Cerro de la Memoria’, el panteón municipal y la Ciudad Deportiva ‘Aurelio Rodríguez Ituarte’ se encuentra hoy en día un inmueble deportivo que ha sido parte importante de la historia de la joven ciudad sinaloense por más de la mitad de su existencia. Aunque el béisbol amateur y profesional encontró su primer hogar en el entonces estadio ‘Iturbide’ de los años 30s del siglo pasado, Los Mochis decidió ingresar a la poderosa Liga de la Costa del Pacífico (1945-1958) en el invierno de 1947 con el entonces llamado ‘Estadio Los Mochis’. Considerado suficiente para las necesidades de la época, este inmueble contaba con una modesta capacidad para sólo 3,000 aficionados. La inauguración del coloso mochitense se llevó a cabo un sábado 25 de octubre de 1947, en el marco de la tercera temporada del legendario circuito invernal y contó con la presencia del Gobernador Gabriel Leyva Velázquez, el Presidente de Ahome, Antonio López y la de un distinguido caballero en la sociedad mochitense conocido como Emilio Ibarra Almada.
En la Liga de la Costa del Pacífico, Los Mochis vería militar a grandes estrellas de la época como lo fueron Lázaro ‘El Príncipe de Belén’ Salazar, Guillermo ‘Memo’ Luna, Benjamín ‘Papelero’ Valenzuela, Felipe ‘Clipper’ Montemayor, Daniel ‘Coyota’ Ríos, Gilberto ‘Gilillo’ Villarreal, Manuel Magallón, Barney ‘Grillo’ Serrell, Miguel Sotelo, Manuel ‘Culichi’ Pérez, Francisco ‘Panchillo’ Ramírez, Guillermo ‘Bachichas’ Frayde, Jesús ‘Chanquilón’ Díaz y José ‘Pasitos’ Echeverría, entre muchos otros peloteros traídos por la directiva cañera.
La directiva de Los Cañeros ha contado con grandes figuras en su historia, pero una destaca por encima de las demás. Empresario e impulsor del desarrollo de Los Mochis, Emilio Ibarra Almada es recordado por su rol como benefactor de la salud, la educación y el deporte. Jugó un papel clave en la creación de la Ciudad Deportiva, la Preparatoria ‘Los Mochis’, y las instalaciones de la Cruz Roja, entre muchas otras obras públicas. Sin embargo, los aficionados al béisbol de la vieja guardia mejor lo recordarán como uno de los responsables de que Los Mochis tuviera un equipo profesional para jugar en el mejor circuito invernal del Pacífico mexicano y que contara con un estadio a la altura de este certamen. Fue gracias a su liderazgo y al incansable trabajo de los señores Amadeo y Canuto Ibarra, así como Enrique Stone y José Torres, que Los Mochis logró posicionarse en el mapa beisbolístico. Con el deceso del gran benefactor, la casa de los Cañeros de Los Mochis decidió hacerle un homenaje a su memoria un 06 de octubre de 1972, cambiando el nombre del tradicional inmueble por el de ‘Emilio Ibarra Almada’, mismo que conserva hasta hoy en nuestros días.
Llega el invierno de 1962 y con él la urgencia de remodelar el Estadio, pues en este año se vio ingresar a los Cañeros de Los Mochis a la Liga Invernal de Sonora – precursora de la actual Liga Mexicana del Pacífico –. Dicha remodelación consiguió incrementar la capacidad del inmueble deportivo para recibir a 6,000 fanáticos. Jose María ‘Chema’ Leal se encargaría de inaugurar con bombo y platillo el nuevo estadio, al producir el primer cuadrangular dentro del mismo en el segundo juego de la temporada. Con la llegada de la modernidad, en el entonces nuevo estadio se jugaría el primer juego nocturno un 10 de octubre de 1963, al habilitarlo con un sistema de alumbrado. Sin embargo, la fuerza de la naturaleza amenazó con destruir la casa de Los Cañeros un 29 de septiembre de 1982 con el arribo del huracán ‘Paúl’ a las costas del Mar de Cortés. A consecuencia de este fenómeno meteorológico, el inmueble quedó prácticamente desmantelado, por lo que Los Cañeros se vieron obligados a jugar como visitantes en las primeras series del rol regular de la temporada de 1982 y, una vez reparado el estadio, a jugar a mediodía y sin alumbrado.
A pesar de ello, el inmueble logró convertirse en escenario de 10 series finales, 3 campeonatos de la Liga Mexicana del Pacífico (1968-69, 1983-84, 2002-03), 6 juegos de estrellas y 1 Campeonato Mundial de Baseball Sub-15. En este recinto también se dieron grandes partidos del recuerdo, como el juego sin hit de Manny Barreda, la gran final de 1984 contra Ostioneros de Guaymas, las grandes jugadas del ‘Bato’ Aurelio Rodríguez, el cañonazo de Calvin Pickering, los múltiples jonrones de Jason Bass, los relevos de Antonio ‘Cañón’ Osuna, la magia de Benjamín ‘Papelero’ Valenzuela’, el batazo de ‘Wenchi’ Ramírez, las grandes narraciones de Octavio Ibarra, Héctor Islas y ‘Poly’ Figueroa, así como el anhelado campeonato de 2003.
Muchas mejoras se le realizaron al estadio en décadas posteriores, entre ellas, el pertrechado con pantalla gigante de televisión, equipo de sonido, nueva butaquería, zona de palcos y área comercial. En la década de 2010, la directiva del equipo realizó una inversión para mejorar el terreno de juego, cubriendo el área de backstop con césped artificial y colocando un imponente logotipo de los Cañeros. Gracias a los esfuerzos de la directiva, el ‘Emilio Ibarra’ – terreno sagrado de la liturgia beisbolera en el Valle de El Fuerte –, fue rehabilitado en 2019 para convertirse en uno de los estadios más confortables de la Costa del Pacífico Mexicano.
¡Larga vida al ‘Emilio Ibarra Aldama’, estadio que habita a los pies del Cerro de la Memoria!